Cuando estábamos en la etapa escolar o al comenzar nuestra carrera universitaria, la mayoría de nosotros, hemos aprendido que el “fracaso” es algo negativo. Y a su vez, aprendimos que el éxito es algo positivo y que conviene esforzarse para alcanzarlo. “Si queres llegar a la cima vas a tener que matarte estudiando para los finales y romperte el lomo para continuar trabajando en esta carrera…” eran palabras que solían decir padres y profesores en esa época. Por ende, nos quedo como algo natural el hábito de temerle al fracaso y el deseo por conseguir siempre el éxito.
Sin embargo, recientemente, se ha descubierto un indicador muy asombroso: el éxito también puede ser tan temible o más que el fracaso.
A diario, vemos personas con mucho potencial que desperdician intencionalmente la oportunidad de alcanzar sus metas; de la misma manera, conocemos hombres y mujeres que a pesar de tener las cualidades y condiciones necesarias evitan dedicarse y trabajar para lograr un valioso objetivo; o lo peor de todo, individuos que cuando están a punto de alcanzar una posición deseada, ya casi llegan, se echan atrás. Estos comportamientos, que aparentan ser inconscientes, son una consecuencia directa del temor al éxito.
Es muy común que el miedo al éxito traicione a los deportistas en los momentos importantes o decisivos para lograr sus objetivos y el triunfo en su disciplina.
El éxito tiene un costo muy alto, no solo para llegar hasta él, sino para sostenerlo. Y acá es donde empieza el miedo al éxito.
Primero, tenemos miedo de no ser capaces de lograr el éxito. Después, tememos no estar preparados para manejar la responsabilidad del éxito o de no merecer las cosas buenas y el reconocimiento que nos llegan como resultado del éxito. Y más adelante, nos asusta el hecho de cometer errores o perder la posición alcanzada; tenemos miedo de no poder sostener el progreso. La gente teme descubrir que el resultado alcanzado no era el deseado.
Es increíble, pero es así: miedo al éxito. Lo palpamos constantemente. En el trabajo, en la familia, en la facultad, en los negocios.
Como el éxito trae consigo cambios sociales, con la familia y los amigos e implica un nuevo status y más responsabilidad; muchas veces, es más fácil permanecer en el mismo nivel para mantener el equilibrio y quedarse en el lugar que se encuentra para sentirse cómodo, considerando que es el lugar que le corresponde por costumbre. Esto tiene su explicación en raíces inconscientes, aunque también puede darse por aspectos conscientes. Algunas personas tienen actitudes auto-destructivas (dicen que todo esta mal aunque no sea así en realidad), otras tienen miedo de tomar decisiones y hay quienes pierden la motivación para crecer; mientras otros experimentan sentimientos de culpa o ansiedad al progresar.
Para muchas personas, el perder o fracasar acarrea consigo ganancias (beneficios secundarios) como darle pena a otros, recibir cariño, protección, afecto, cuidado y convertirse en el “pobrecito”. Por ende, a veces, la persona gana más perdiendo que triunfando. Hay dos fuerzas dentro de nuestro, una desea ganar y la otra quiere perder.
Buscar el éxito, implica cambios y enfrentar la incertidumbre de lo nuevo.
Esta incertidumbre es la puerta del crecimiento interior.
La evolución debería ser algo natural en el hombre, sin tensión, aspirando a niveles de felicidad cada vez más altos. Tenemos todo el potencial necesario para lograrlo en nuestro interior. Depende de nosotros y de nuestra elección. Es posible animarse a más.
gonzalobw@gmail.com
martes, marzo 04, 2008
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